(El presente texto corresponde al artículo "En Nuestro País: comunidad Takuapí, Misiones..." publicado en el libro "La Mundialización en la Realidad Argentina" Tomo III, Ed. El Copista, Córdoba, 2005, del cual soy autora)
Cuando esta comunidad Mbya es desalojada de su territorio por el gobierno de la provincia, es recogida por gestión de quien fuera el pastor de la Iglesia Evangélica Suiza en aquella época, (1980 aproximadamente) Los miembros de esta comunidad vivían libremente, hasta ese momento, en el monte, desarrollando su vida de acuerdo a sus hábitos naturales.
Al pasar a estar bajo la protección del Instituto Línea Cuchilla de Ruiz de Montoya las cosas cambiaron radicalmente para ellos. Por un lado, el espacio físico que ocupan, que pasó de ser una vasta extensión de monte, a un predio de 16 has. rodeado por chacras con sembrados, atravesado por un arroyo del que casi no pueden pescar porque si los descubre gendarmería los detiene, y con una pequeña porción de monte, donde si cazan también son molestados por “predar el monte”. Y por el otro, la presencia indeseada de la escuela. Tal como lo manifiesta el Mburubicha Hilario en una conversación que tuvimos en enero de este año(2003): “No, acá nadie pidió, sino cosa del Colegio y la gente del Colegio mismo; pusieron la escuela. No me acuerdo eso, yo creo que le preguntaron pero lo paisano no sabe hablar y no; aunque sabe lo que está mal no dice, por tímido no sé, costumbre es, yo creo que por esa cosa está pasando todo acá, todo atrasado, las comunidades más atrasada es acá” .
El relato de la directora de la escuela difiere muchísimo en este punto, con la versión de Hilario. Evidentemente, cada quien habrá de hacer su propia lectura, según sus intereses y sus vivencias con respecto al mismo tema. La directora, en una carta que me enviara, relata lo siguiente: “Más adelante se agregó a ello la atención a los enfermos acompañado de un acompañamiento de índole educativa, en cuanto que decidieron enseñarle también algo de alfabetización e idioma para que pudieran defenderse en el pueblo y lograr la comunicación. Fue así que "AD-HONOREM" fueron apareciendo a la comunidad; que se denominó por ellos mismos (indígenas) "Takuapí", por la cantidad de tacuaras de ese nombre que había en el lugar; algunos docentes que iban a la escuela provincial de la zona. ...Como mencioné anteriormente el apoyo y la atención fueron incrementándose.
La escuela rural levantada por profesores y alumnos del Instituto Línea Cuchilla - obra diacónica de la Iglesia Evangélica Suiza - contaba con dos grandes aulas, un lugar pequeño donde se guardaban algunos elementos de primeros auxilios y los escasos útiles que había y un espacio en el que funcionaba la Cooperativa. ... Al inicio, solo participaban de este trabajo de alfabetización, - aprendían a leer y escribir aparte de hacer cálculos de matemática básicos -, los adultos específicamente los hombres quienes tenían más contacto con el hombre blanco. Las mujeres, como hasta hoy, siguen siendo las encargadas de mantener las costumbres MBYA, esencialmente el idioma, poco después se acercaron los chicos más jóvenes.
Unos años más tarde la comunidad de Takuapí, a través de sus representantes: opygua, cacique y cabos solicitó al grupo la oficialización de la escuela para que sus hijos pudieran acceder luego a otros niveles. Querían una educación formal. Bien sabemos nosotros que la idea surgió de una presión que hicieron algunas hermanas católicas de la zona de San Ignacio quienes desconociendo que se trataba de un terreno privado intentaron invadir con la intención de evangelizar a los indígenas, trabajo que realizan en toda la provincia en sus escuelas” .
La primer reacción de la comunidad ante la presencia de la escuela, fue la desconfianza y el temor. El recelo del hombre originario ante el avasallamiento del “blanco” en su vida es evidente en estas palabras: “Antes lo paisano no entienden, o sea, tiene miedo de lo blanco. Mi papá y mi abuelo ya, cuando yo tenía 14 años, yo nunca entré en la escuela, nunca Porque después acá, en el ’80, acá galpón no más era, no era una escuela, era una casa no más. Había maestro, no sé si titular o no. Bueno, y ahí estudié un poquito, pero mi papá no quiere que yo vaya en la escuela, porque tiene miedo si yo tengo 17, 18 años y tengo obligación de ir al Registro, eh, al Regimiento, vos tené que ir obligatoriamente a servir a lo blancos, y vo te vas y va a morir me dijo. Y estudié, tercer cuarto grado, no me acuerdo... Tercer grado por ahí yo no fui más en la escuela.”
Comparando estos comentarios, es notable la diferencia de criterio con que se puede interpretar el mismo hecho. Desde el lugar del “blanco” la escuela es un beneficio otorgado a los habitantes de la comunidad, una posibilidad de relacionarse y de poder comunicarse con la sociedad que los acoge. Para el aborigen, la presencia de la escuela es la amenaza constante de la presencia del “blanco” en desmedro de su vida original tal como la conoció hasta ese momento.
La implantación de un establecimiento escolar en una comunidad aborigen, con la pretendida idea de ayudar al “desarrollo” de sus miembros, pero sin ser pedida por ellos, con la currícula igual a la de cualquier escuela común de nuestra sociedad, con un ciclo lectivo “normal” para nuestra sociedad, etc. habla, a las claras, de una falta de conocimiento total de la cultura a la cual se dirige esta “ayuda”, cuando no de un evidente desinterés por entender y promover el crecimiento socio-cultural de la comunidad aborigen.
Porque, cuando nos adentramos en el conocimiento de este grupo humano, y empezamos a vislumbrar su cosmovisión, su modo de vivir en estrecho vínculo con la naturaleza, se nos hace evidente, por ejemplo, la falta de respeto que significa desarrollar un ciclo lectivo que abarca principalmente la época invernal, cuando esta sociedad entiende que el hombre, como parte de la naturaleza, debe vivir de acuerdo a sus ciclos, y así como los animales y las plantas tienen su máxima actividad en la época estival, donde brotan, florecen y dan su fruto, así el hombre desarrolla sus tareas en la misma época.
Es a partir de noviembre, con el florecimiento del maíz, donde se reactiva la vida en la comunidad. Comienzan a ir nuevamente al Opy , donde la comunidad entera participa de las ceremonias y rituales, los que posibilitan la transmisión de los saberes y las costumbres de generación en generación. Se podría decir que es su “escuela”.
A ello sumamos el problema que acarrea el pretendido “bilingüismo integrador”. El cual, supuestamente, debe permitir el desarrollo de los miembros de las comunidades aborígenes de tal manera que sean capaces de “integrarse” a nuestra sociedad sin problemas. Sin embargo, la realidad indica que el único resultado obtenido con este sistema de enseñanza es la aculturación y la pérdida sistemática de la cosmovisión de la comunidad aborigen. Hilario expresa al respecto: “La escuela yo creo que poco a poco está sacando la cultura Mby’a, porque en la escuela nos enseña en la historia de lo blanco, lo único y estudia y sabe toda la historia de San Martín, como se creó la bandera y nadie habla de la cultura de nuestra, entonce aprende solamente, y ahí yo creo que está sacando la cultura poco a poco, se olvida, porque se va a olvidar, pero también es lindo que aprenda, hay que saber de todo para poder reclamar la necesidad de lo indígena...”
El bilingüismo, en la escuela se implementa únicamente como medio para enseñar el español, y una vez logrado eso, poder desarrollar sin obstáculos el contenido de la currícula del EGB.
En la escuela existe el cargo de auxiliar docente, que lo ocupa un miembro de la comunidad, y cuya tarea, se supone que es la de trabajar en equipo interdisciplinario con las docentes para adaptar el contenido de los temas de manera que se respete lo máximo posible la cultura de la comunidad, ofreciendo de este modo, la posibilidad de una educación que favorezca la preservación de su cosmovisión.
Al respecto la directora, en la carta ya mencionada, expresa: “...cuenta con la colaboración de un auxiliar maestro (aborigen) quien apoya a las docentes con el tema del idioma, y el cuidado y reserva de la cultura. ... Las docentes debieron hacer cursos de idioma aunque no se podían hacer en Mby'a, solamente en Guaraní (hablado en la provincia de Corrientes o en el país vecino del Paraguay) Es por ello que resulta imprescindible el trabajo con algún adulto de la comunidad en la escuela. ” Es decir, el rol que cumple el auxiliar docente, es de simple traductor. Su función es presenciar la clase de la maestra e ir traduciendo al Mby’a aquellos términos que los niños no conocen. Porque las maestras no hablan Mby’a, sino guaraní paraguayo.
Para ejemplificar la diferencia entre el guaraní paraguayo y el Mby’a, se puede relacionar el castellano que hablamos nosotros y con el portugués de Brasil. Ambos tienen la misma raíz, incluso hasta palabras que se escriben igual y se pronuncian muy parecido, pero no son iguales. Lo mismo ocurre con el guaraní paraguayo y el guaraní Mby’a. Sin embargo, las maestras hicieron su capacitación bilingüe en guaraní paraguayo, cuyo certificado las habilita para ocupar el cargo y las asegura en él.
El Ministerio de Educación exige el conocimiento del idioma guaraní para dictar clases en una escuela dentro de una comunidad, y si hay docentes cubriendo el puesto sin esta capacitación envía un docente que la tenga. Este fue el caso de la escuela de Takuapí, en donde la actual directora trabajaba como docente sin tener el curso de guaraní hecho, por tal motivo, el Ministerio envió un docente de la Provincia de Chaco, que conocía el idioma como director de la escuela. Esto resultó un tanto ofensivo para la docente que venía trabajando con la comunidad desde hacía unos años, por lo tanto, con otros colegas de la zona decidieron contratar un curso de guaraní a un grupo de capacitación del vecino país Paraguay. Así, completado el curso de guaraní, con el correspondiente certificado que la habilita para ocupar el cargo evitó perder su puesto de trabajo, y hoy es la directora de la escuela. Sin embargo, ella misma reconoció que no habla en guaraní delante de los niños porque se le ríen, porque habla mal. Por lo tanto recurre al “auxiliar docente” para que traduzca su clase y haga de intermediario entre ella y sus alumnos.
Así, la falencia se encuentra tanto en el cuerpo docente, de origen “blanco” que pretende hacer un aporte constructivo a una comunidad que no lo solicitó; como en el Ministerio de Educación que no supervisa la correcta implementación de las pautas establecidas para el desempeño de la actividad docente en las comunidades aborígenes. Entonces, lo que podría en un primer momento proponerse como una vía de integración y construcción de una sociedad pluralista, respetuosa de sus multiplicidades culturales, pasa a ser un mero instrumento de negación y aculturación. Ya que el idioma materno es utilizado únicamente como vehículo de aprendizaje del idioma oficial, y a partir de allí el desarrollo de una currícula educativa que contempla únicamente la historia oficial de nuestra cultura nacional.
De este modo, más o menos, he intentado presentar la problemática de la educación en la comunidad Takuapí, que por sus características, es un pequeño reflejo de la situación de la gran mayoría de las comunidades de nuestro país. Y habla de una política educativa, que a su vez es parte de una política general del gobierno, de hablar de integración mientras se niega y se desaparece la diversidad cultural, siendo en este caso la escuela el vehículo más efectivo para ello.
Escuela nueva construida al ingreso de la comunidad por iniciativa de la Iglesia Evangélica Suiza, y el Instituto Línea Cuchilla.