Este año, este mes de marzo, precisamente el 10 de marzo, Takuapí pasó a ser conocida a nivel nacional merced a una tragedia aberrante: el asesinato cruel y macabro de Eliseo Acosta de cinco añitos.
Ante el hecho, Takuapí cobró notoriedad para la sociedad blanca, y todos los medios de comunicación sintieron “interés” por la “realidad” de la Comunidad.
Pero lamentablemente este “interés” solamente se centra en la morbosidad de registrar el hecho con fotografías del lugar y de los familiares compungidos, desencajados, doloridos; maltratados y avasallados en su sufrimiento y en la necesidad de silencio y soledad para el duelo y el acompañamiento del alma a su lugar en el cielo.
La sociedad blanca ya se olvidó la tragedia que significó para otra comunidad, la Comunidad Pindó Poty, cuando arrancaron a un niño de sus padres para trasladarlo a Buenos Aires y realizarle una intervención quirúrgica en el corazón que no sirvió de nada porque Julián igual falleció. Los blancos se olvidan de los aprendizajes y repiten sistemáticamente sus mismos errores, lastimando una y otra vez la espiritualidad de los pueblos originarios. Sumando de esta manera a los graves daños que inflingen por el modelo económico expoliador, una veta profunda de maltrato y desvalorización moral y espiritual.
La Comunidad Takuapí, al igual que todas las demás comunidades, pueblos y personas indígenas, no necesitan la mendicidad del blanco, ni la publicidad morbosa de sus tragedias, ni la hostigación insensible de los investigadores, jueces y policías, que no respetan ni comprenden la profunda conmoción que suscita, hechos como estos, en las personas de la Comunidad.
Todos ellos necesitan que los blancos intenten y logren aprender el respeto, la consideración y la solidaridad silenciosa y profunda para que las cosas logren resolverse de la manera más ágil y con el mínimo de daño colateral posible.
Los aborígenes necesitan ser oídos por los medios con la misma celeridad e interés cuando sus voces se levantan en reclamo de sus derechos a la Dignidad y a la Tierra.
Los miembros de Takuapí anhelan una manifestación de solidaridad sincera, militante y comprometida para que su dolor pueda ser vivido en la Comunidad con tranquilidad; sabiendo que la dilucidación del crimen cuenta con el esfuerzo y el compromiso de todos los actores involucrados para ello, y de la supervisión de todos nosotros, los miembros de la sociedad blanca, que hayamos logrado aprender a sentirnos uno solo, un solo pueblo, una sola nación que busca un futuro de mayor salud espiritual, social y ambiental.
Desde el corazon de nuestras poesias sonoras que nos espejan universos simbolicos y vitales diversos lavantamos cantos de lucha para este continente que requiere andar los caminos interiores hacia las luces ancestrales. Takuapí vive en cada latido de todas las luchas que damos contra la muerte y el arrasamiento factual y esencial de las culturas que han estado en las corrientes primigenias de poblamiento en este continente, puentes de comunicacion con los grandes espiritus cosmicos que nos pueden iluminar la senda para caminar en tiempos aciagos.
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